Y aunque sabía que no existía afuera la vida de ensueño, su dulce alma de princesa seguiría soñando y buscando en cada baile, en cada obra, a su príncipe efímero; compañero de sueños intangibles quien siempre está presto a socorrerla en el instante en que la vorágine de su vida intente consumirla.
3 comentarios:
Ojalá el sueño de los príncipes no sólo fuera en los cuentos de hadas.
Muchos besos.
¿Y esa casa tan linda?
Querida Lu
Bellísimas ambas imágenes. La primera como arrancada de un lienzo decimonónico: hermosa imagen, cuya belleza es potenciada por la luz otoñal. La segunda, casi etérea (¿te he comentado que me fascina mirar bailarines, soy una voyeur del ballet y los bailarines).
Un beso desde el otoño mexicano
Que no se fíe más que de lo que lleva dentro.
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